Por Nuria Silva
La presencia del BAFICI no impidió que las funciones del festival (ni ‘contra’ ni ‘anti’) organizado por Peña y Manes se llenaran. El BAZOFI es mucho más que un festival de cine. Lejos, muy lejos del frío clima de las modernas multisalas de los centros comerciales, este año el evento verdaderamente cinéfilo se lleva a cabo en la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica), que vuelve a abrir su sala al público y de forma gratuita para disfrutar de una programación heterogénea y alucinante. El lugar marca toda la diferencia. No sólo porque se trata de la escuela en la que estos dos coleccionistas -cuya labor es invaluable- se conocieron cuando estudiaban, sino también por su arquitectura, el aire a puro cine que se respira, donde “hasta los guardias de seguridad son buena onda” (Peña dixit) y donde los comentarios de los espectadores entre proyecciones no están plagados de esnobismos ni solemnidades de ningún tipo. Lo importante es la comunión que se genera entre asistentes y organizadores, y sobre todo las ganas de disfrutar. Ver a Fernando Martín Peña y a Fabio Manes presentar las películas es un espectáculo aparte. Las contrapuestas características físicas y personales contribuyen al funcionamiento de ambos como una perfecta dupla cómica. El entusiasmo con que lo hacen, mixturando información con un gran sentido del humor, predisponen al público a vivir una experiencia divertida y enriquecedora.
La definición del festival como “evento verdaderamente cinéfilo” puede ser una apreciación personal, pero nada caprichosa. Los amantes del cine sabemos que la calidad (y calidez) del celuloide no puede ser comparada con la de los formatos digitales. Uno siente que se desplaza a otro tiempo, a un espacio singular, mágico, que es el del cine propiamente dicho. Fue en una proyección de Suspiria de Dario Argento, programada en el ciclo Filmoteca en vivo, cuando pude comprender esa suerte de alquimia que se produce entre espectador y película. Recuerdo que Manes hizo la presentación solo porque Peña se encontraba de viaje, y antes de empezar nos explicó que por razones lógicas de deterioro de la cinta esa iba a ser la última vez que se proyectara. Durante todo el transcurso de la película sentí la melancolía intransferible de saber que esa obra maestra del color estaba muriendo frente a mis ojos. Hay algo que vive y late en la pantalla cuando se proyecta en fílmico. “Si se hizo en fílmico, debe exhibirse en fílmico” reza una de las banderas del BAZOFI, aunque en realidad es la bandera que Peña y Manes alzan desde hace años, mucho antes de los ciclos de Filmoteca y el BAZOFI.Continuar Leyendo
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