lunes, 30 de abril de 2012

Bob Dylan no tiene fecha de vencimiento


Por Nicolás Iglesias


Sigue enseñando y marcando el camino. Aquel hombre que supo hacer madurar a 
 un género musical y a toda una generación medio siglo atrás. Es el mismo que agotó cuatro Gran Rex para dejar su marca inconfundible de trovador superlativo.
Como extraído de un film, Dylan subió puntual al escenario con los músicos trajeados, destilando estilo clásico. Un clasicismo que se mantuvo presente a lo largo de todo el concierto.
Bob y sus muchachos suenan como una banda de la Chess Records. El sonido de las guitarras purificado, casi por excelencia en todos los temas. Alternando constantemente entre el sonido Fender y Gibson, Charlie Sexton y Stu Kimball, fueron los protagonistas secundarios. 
Mientras Dylan hacía de las suyas refugiado tras el teclado o con guitarra eléctrica en mano. Esgrimiendo solos de armónica para asestar directamente al corazón de su público, el cual no podía contener el aplauso, cada vez que esto sucedía. 
Con gran estilo expuso su experiencia sobre la escena y como si fuera en Marlon Brando del rock, soltaba la mueca precisa en el momento indicado. Su actitud de cabalgador de los tiempos, se trasluce en cada pose, cada truco que Dylan conoce para conquistar al espectador. Aún cuando este todavía no descubría que canción (de sus favoritas) se escondía detrás de esa nueva reinterpretación. 
Bob se burla de sus imitadores y canta como si no fuera Dylan. Con su voz ajada va soltando frases monocordes, hasta que el público recibe un gancho directo al aleph de los sentidos. “Tangled Up in Blue”, “Blowing in the wind”, “Desolation Row” dejaban caer su velo al minuto de canción, y al ser reconocidas, otra vez, desbordaban los aplausos. 
Así, Bob mantiene hechizados a los presentes, los mantiene expectantes a cada nuevo verso, cada nueva intención expuesta en un tema con décadas de rodaje. Una vez más hay chances de enamorarse por primera vez de una canción tantas veces escuchada.
Asombrosa cualidad que conserva sus historias tan jóvenes como su narrador. Desde su baúl inagotable, rescata canciones de todos sus discos y etapas. Se anima a todos los estilos derivados del blues y rockea como pocos en temas como “Highway 61 Revisited”,  “Like A Rolling Stone” o “All Along The Watchtower” (su ya conocida retribución al tributo de Jimi Hendrix).
Verlo de cerca impacta, emociona y a la vez nos sorprende. Bob Dylan deja la impresión de que no envejece, simplemente, sigue creciendo.

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